No voy a hablar aquí de dónde viene el título de esta magnífica novela de Tom Wolfe, porque en Wikipedia ya está explicado el concepto claramente. Voy a hablar de por qué me ha gustado tanto la novela: por su lenguaje.

Como va siendo habitual en mí, he leído la obra en versión original, lo cual ha sido a veces una tarea algo ardua, pero aún así placentera. Tom Wolfe intenta reflejar las particularidades idiomáticas de cada personaje, incluyendo transcripciones fonéticas directas de cómo éstos tergiversan la pronunciación de cada palabra (por suerte estas transcripciones suelen ir acompañadas del mismo texto correctamente escrito).

Dado que la acción transcurre a caballo entre una de las zonas más ricas de Nueva York  —Park Avenue— y la más famosa entre las pobres —el Bronx—, también se muestran las diferencias en el lenguaje usado por cada personaje en función de su procedencia. En unas líneas bastante divertidas el autor refleja cómo los abogados de distrito del Bronx salpimientan todas sus frases con la palabra fuck o derivados:

«Yeah,» said Kramer, «that way I wouldn’t know what the fuck was going on in this fucking place.»
Caughey started laughing. «Well, don’t let Ahab see those shoes, Larry. He’ll have Jeanette issue a fucking memorandum.»
«No, he’ll call a fucking press conference,» said Andriutti.
«That’s always a safe fucking bet.»
And so another fucking day in the fucking Homicide Bureau of the Bronx Fucking District Attorney’s Office was off to a fucking start.

También resulta muy divertido el modo en que se describe la conversación entre el alcalde de Nueva York y el obispo episcopaliano (negro), intentando éste excusarse por rechazar la oferta del alcalde de entrar a formar parte de un comité del que éste espera obtener réditos electorales:

«I feel highly flattered, Mr. Mayor,» said the bishop. He didn’t look highly flattered, however. No more smiles. «And I agree with you, of course. But I must explain to you that insofar as my activities as bishop of this diocese interact with the public or, let me say, the official sector, my hands are somewhat tied, and …»
But his hands were not tied at this moment. He began twisting them as if trying to open a jar of pickled peaches, as he attempted to explain to the Mayor the structure of the Episcopal Church and the theology underlying the structure and the teleology of the theology and what could or could not be rendered unto Caesar.

Por no hablar de la sorna del autor a próposito del liberalismo (entiéndase liberalismo en el sentido norteamericano, no europeo, es decir, izquierdismo) de la iglesia episcopaliana, y por extensión de las «siete hermanas» que componen la línea principal del protestantismo americano:

«The Episcopalians have a black bishop?»
«Oh, they’re very liberal,» said Sheldon, rolling his eyes. «It coulda just as easy been a woman or a Sandinista. Or a lesbian. Or a lesbian Sandinista.»

Otra razón para amar esta novela es el modo en que detalla la vida de los ricos, y no unos ricos cualquiera, sino de los que (en teoría) rigen los destinos de la economía mundial desde Wall Street, (los Masters del Universo, tal como piensa de sí mismo el protagonista): se nos describen sus lujosísimos apartamentos hasta el más mínimo detalle, cómo llevan a sus hijos al colegio, cómo son sus fiestas, y qué hay que hacer para triunfar socialmente en ellas.

Por último, no hay que olvidar a Larry Kramer, un personaje divertidísimo, que acaba de tener a su primer hijo, y ya está pensando en cometer una infidelidad, y con una mujer miembro de un jurado, ni más ni menos, cuyo mayor atractivo parece residir en llevar pintalabios color marrón.

Pero no voy a contar nada más. Simplemente animar a leer el libro, a ser posible en inglés, si el nivel lo permite. La novela es estupenda no sólo por las razones que he expuesto (todas de índole más bien estética), sino que la trama, sin ser muy compleja, es también de lo más interesante. Y además está ambientada en los ochenta ¿hay alguna década mejor que ésa?


La última de Miyazaki

julio 11, 2009

He de confesar que Ponyo en el acantilado, pese a que me gustó, no estuvo al alcance de mis expectativas, ya que me esperaba algo en la línea de El viaje de Chihiro o El castillo ambulante, y no una película bastante más infantil, en la línea de Mi vecino Totoro. No es que las dos anteriores no sean infantiles, pero para entendernos, no son las típicas que les gustaría a niños de alrededor de seis años (e incluso les puede dar miedo), mientras que Ponyo y Totoro les puede encantar.

Como es lógico yo, pese a mi espíritu infantil, prefiero las de la categoría «infantil, pero menos», así que en ese aspecto me decepcionó un poco. Por lo demás, la temática es muy parecida a la de la mayoría de películas de Miyazaki: protagonistas infantiles, aunque también hay ancianos de por medio (a los que Miyazaki siempre caracteriza de una forma encantadora, aunque a veces un poco repetitiva, por ejemplo, la anciana gruñona de esta película me recordaba mucho a la Bruja del Páramo de El Castillo Ambulante, cuando ésta es ‘resecada’ por Madame Suliman), mensaje ecologista (al mostrar los desperdicios que van a parar al mar), seres mitológicos inclasificables tales como Fujimoto y su mujer…

La animación es totalmente tradicional, sin ningún efecto de ordenador. Lo cual se puede considerar meritorio, pero para mí no admite comparación con la exquisitez visual de El Viaje de Chihiro y algunas partes de El Castillo Ambulante. En este aspecto lo que más me gustó fue la escena de Ponyo corriendo sobre las olas al ritmo de una variación de la Cabalgata de las valkirias.

En resumen, recomiendo ver la película, como cualquiera de las de Miyazaki, pero espero que no se aficione mucho a esta línea de películas, y vuelva al estilo de las que había venido haciendo últimamente.

Parece que ni siquiera este blog tan alejado de la realidad ha podido sustraerse del ciclón Cristiano Ronaldo que se produjo a comienzos de esta semana. Pero es que esta noticia me ha llamado muchísimo la atención: dicen que Cristiano Ronaldo hace 3.500 abdominales al día. No sé si es cierto, o el futbolista ha querido marcarse un farol. Está claro que es un tío que se cuida mucho y los abdominales los tiene perfectos, pero no tengo nada claro que sea necesario hacer tantos abdominales al día. De hecho se suele decir que para tener una buena tableta de chocolate, hay que hacer mucho ejercicio aeróbico (correr, bicicleta, nadar, esas cosas) para evitar que la grasa tape los ‘cuadraditos’ de dicha tableta, hay que cuidar mucho la dieta (también por lo de la grasa), y ya en tercer lugar, los ejercicios abdominales (y no sólo abdominales, en general hay que hacer ejercicios de todos los principales grupos musculares, aunque me imagino que Cristiano de éstos hará también unos cuantos).

Pero si es verdad lo de los 3.500 abdominales, esto supone estar casi durante  una hora haciendo abdominales si se hace un promedio de 60 abdominales por minuto. Claro que ese promedio se puede mantener más o menos durante…un minuto, así que el tiempo tiene que ser mucho más, me imagino que no se alejaría mucho de las dos horas.

¡Dos horas al día haciendo abdominales! ¿Tanto mejorará su rendimiento futbolístico repitiendo incansablemente este ejercicio? ¿O es sólo para enseñar la tableta al meter goles y para ligarse a más chicas aún? Resultan increíbles los esfuerzos que se llegan a dedicar a una cosa (los abdominales, o el buen aspecto físico en general) que a fin de cuentas, sólo dura una pequeña parte de la vida. No seré yo quien tire la primera piedra, ya que uno intenta hacer ejercicio y cuidarse un poco, pero es que el culto al cuerpo llega a unos extremos…

Vanitas vanitatis et omnia vanitas